viernes, 21 de marzo de 2014



POR QUÉ  ENVEJECIMIENTO Y GENERO?

Hombres y mujeres: ¿envejecen igual?

Los textos sobre vejez parecen decir que hombres y mujeres envejecen igual. En realidad lo hacen por omisión, al no marcar diferencias y así se entra en un terreno confuso que no delimita las singularidades.  
Hablan de la vejez en masculino pero ejemplifican las patologías en femenino. El cuerpo masculino ha representado históricamente lo completo, lo normal, lo perfecto. El cuerpo femenino fue visto desde siempre, Platón y Aristóteles incluidos, como lo débil, lo incompleto, lo patológico. Todos los trabajos sobre demografía, o envejecimiento poblacional afirman que las mujeres viven más que los hombres,  pero no hay búsqueda de causales. Queda planteado como parte de lo natural, como si así tuviera que ser…
Los distintos momentos de la vida de las mujeres reciben, desde los comienzos de la historia,  miradas patologizantes, centradas en general en una idea de defecto o debilidad. En general todo proviene de su aparato genital. “esos días en que todo molesta y fastidia”,  “es por la menopausia”, son las hormonas etc.
El hombre a lo largo de la historia ha sido visto como lo completo, lo fuerte, lo sano. Y si bien esto inviste de mayor poder, también expone y debilita. Y los agrede al no  permitirles sentimientos de malestar o disconformidad con el ideal de “varón”. Cuando el hombre se vivencia como débil, se siente feminizado. Si su papel de siempre listo sexualmente, o el de proveedor económico se resiente se siente fracasado, incompleto.  
Debemos remarcar que la presencia mayoritaria de mujeres en el grupo de mayores de 65 años ya resulta un hecho reconocido e insoslayable. Los estudios europeos señalan que a partir de los 85 años existen dos mujeres por cada varón y que en el futuro la progresión aumentará. Se habla así hoy de feminización de la vejez.
El informe de 2002 de la División para el Adelanto de la Mujer del Departamento de asuntos Sociales y Económicos de Naciones Unidas sobre envejecimiento de la población, indica que hay 328 millones de mujeres mayores de 60 años y 265 millones de hombres del mismo grupo etario.
En un documento de la Conferencia de Madrid del 2002” de las Naciones Unidas sobre Envejecimiento Humano que lleva por título    “Cuando las que siempre ayudan necesitan ayuda” se toma una cita  del entonces Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan que señala lo siguiente:

“También hay una dimensión de género muy importante en este retrato del envejecimiento de la humanidad. En casi todas partes del mundo las mujeres viven más que los hombres, tienen más posibilidades de ser pobres en la vejez, corren un riesgo más alto de padecer enfermedades crónicas y discapacidades y de ser objeto de discriminación y marginación. Las mujeres también se ocupan más de cuidar de los demás, y a menudo deben hacer frente a una triple responsabilidad: cuidar de los hijos, cuidar de los padres y, por supuesto atender a su propio bienestar. Pero con frecuencia se pasa por alto su contribución a la familia, a la comunidad y a la economía.” (2002)

Así como se invisibiliza esta contribución, señalada por K. Annan, también se pasan por alto las diferentes formas del envejecimiento, no todos ni todas envejecen igual. Factores de clase social, etnia, género, historias personales hacen de cada proceso de envejecimiento un proceso único.
Las construcciones androcéntricas son un modo de instaurar una clasificación jerárquica de las realidades socioculturales, en este caso entre la vida de hombres y mujeres, ya que aquello atribuido a los varones se considera de más valor y por tanto está dotado de prestigio.
Los sesgos androcéntricos se articulan de muy diversas y complejas maneras en el conocimiento y en la vida social y se inscriben de un modo prácticamente inconsciente en nuestra manera de proceder, como consecuencia de una larga historia de infravaloración de las mujeres.
La investigadora Pilar Rodríguez  menciona que los griegos utilizaban dos términos para referirse a las personas mayores. Uno  que invocaba al varón mayor (geros) y otro  reservado para las mujeres (graus). Sin embargo, y tal como la cultura patriarcal ha venido determinando, el término que ha llegado hasta nosotros es el masculino para referirse a toda la población mayor y de donde proviene el nombre de gerontología para la disciplina que estudia los multivariados aspectos del envejecimiento humano.

Aún hay pocos, pero comienza a haber diversos ejemplos de cuestionamientos a los sesgos androcéntricos presentes en las políticas públicas, en los programas de intervención social y en los conceptos y categorías dominantes en las diversas disciplinas que han guiado la formulación de problemas y la interpretación de los datos.

Arber Sara; Jay Ginn (Coord),(1996) Relación entre Género y Envejecimiento. Ed. Nancea España .

No hay comentarios.:

Publicar un comentario