POR QUÉ ENVEJECIMIENTO Y GENERO?
Hombres y mujeres:
¿envejecen igual?
Los textos sobre
vejez parecen decir que hombres y mujeres envejecen igual. En realidad lo hacen
por omisión, al no marcar diferencias y así se entra en un terreno confuso que
no delimita las singularidades.
Hablan de la vejez
en masculino pero ejemplifican las patologías en femenino. El cuerpo masculino
ha representado históricamente lo completo, lo normal, lo perfecto. El cuerpo
femenino fue visto desde siempre, Platón y Aristóteles incluidos, como lo débil,
lo incompleto, lo patológico. Todos los trabajos sobre demografía, o
envejecimiento poblacional afirman que las mujeres viven más que los
hombres, pero no hay búsqueda de
causales. Queda planteado como parte de lo natural, como si así tuviera que
ser…
Los distintos momentos de
la vida de las mujeres reciben, desde los comienzos de la historia, miradas patologizantes, centradas en general
en una idea de defecto o debilidad. En general todo proviene de su aparato
genital. “esos días en que todo molesta y fastidia”, “es por la menopausia”, son las hormonas etc.
El hombre a lo largo de la
historia ha sido visto como lo completo, lo fuerte, lo sano. Y si bien esto
inviste de mayor poder, también expone y debilita. Y los agrede al no permitirles sentimientos de malestar o
disconformidad con el ideal de “varón”. Cuando el hombre se vivencia como
débil, se siente feminizado. Si su papel de siempre listo sexualmente, o el de
proveedor económico se resiente se siente fracasado, incompleto.
Debemos remarcar que la
presencia mayoritaria de mujeres en el grupo de mayores de 65 años ya resulta
un hecho reconocido e insoslayable. Los estudios europeos señalan que a partir
de los 85 años existen dos mujeres por cada varón y que en el futuro la
progresión aumentará. Se habla así hoy de feminización de la vejez.
El informe de 2002 de la
División para el Adelanto de la Mujer del Departamento de asuntos Sociales y
Económicos de Naciones Unidas sobre envejecimiento de la población, indica que
hay 328 millones de mujeres mayores de 60 años y 265 millones de hombres del
mismo grupo etario.
En un documento de la
Conferencia de Madrid del 2002” de las Naciones Unidas sobre Envejecimiento
Humano que lleva por título “Cuando
las que siempre ayudan necesitan ayuda” se toma una cita del entonces Secretario
General de las Naciones Unidas Kofi Annan que señala lo siguiente:
“También
hay una dimensión de género muy importante en este retrato del envejecimiento
de la humanidad. En casi todas partes del mundo las mujeres viven más que los
hombres, tienen más posibilidades de ser pobres en la vejez, corren un riesgo
más alto de padecer enfermedades crónicas y discapacidades y de ser objeto de
discriminación y marginación. Las mujeres también se ocupan más de cuidar de
los demás, y a menudo deben hacer frente a una triple responsabilidad: cuidar
de los hijos, cuidar de los padres y, por supuesto atender a su propio
bienestar. Pero con frecuencia se pasa por alto su contribución a la familia, a
la comunidad y a la economía.” (2002)
Así como se invisibiliza
esta contribución, señalada por K. Annan, también se pasan por alto las diferentes
formas del envejecimiento, no todos ni todas envejecen igual. Factores de clase
social, etnia, género, historias personales hacen de cada proceso de
envejecimiento un proceso único.
Las construcciones
androcéntricas son un modo de instaurar una clasificación jerárquica de las
realidades socioculturales, en este caso entre la vida de hombres y mujeres, ya
que aquello atribuido a los varones se considera de más valor y por tanto está
dotado de prestigio.
Los sesgos androcéntricos
se articulan de muy diversas y complejas maneras en el conocimiento y en la
vida social y se inscriben de un modo prácticamente inconsciente en nuestra
manera de proceder, como consecuencia de una larga historia de infravaloración
de las mujeres.
La investigadora Pilar
Rodríguez menciona que los griegos
utilizaban dos términos para referirse a las personas mayores. Uno que invocaba al varón mayor (geros) y otro reservado para las mujeres (graus). Sin embargo, y tal como la
cultura patriarcal ha venido determinando, el término que ha llegado hasta
nosotros es el masculino para referirse a toda la población mayor y de donde
proviene el nombre de gerontología para la disciplina que estudia los
multivariados aspectos del envejecimiento humano.
Aún hay pocos, pero comienza a haber diversos
ejemplos de cuestionamientos a los sesgos androcéntricos presentes en las
políticas públicas, en los programas de intervención social y en los conceptos
y categorías dominantes en las diversas disciplinas que han guiado la
formulación de problemas y la interpretación de los datos.
Arber
Sara; Jay Ginn (Coord),(1996) Relación entre Género y Envejecimiento. Ed.
Nancea España .
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